De entrada el título tal cual como se lee, suena cursi; pero aun así, arriesgando a que me tilden de suavecito, de hombre rosa, no quiero que el hecho pase por desapercibido. Mi gato, mi gatito, permítanme el cariño, se enfermó. Las causas no se saben. De lo que sí no hay duda - se me ha quedado en la memoria - es haberlo visto ahí retorcido y tiritando, en el pasadizo que va de la sala a la cocina. En casa hemos criado gatitos antes, y puedo reconocer, sin temor a equivocarme, esa expresión felina de susto y dolor. Se le veía muy pero muy mal, ¿qué le habría pasado?
Talvez - sorteábamos teorías mi madre y yo - habría salido a la calle. Y en ese mundo algo desconocido para él, pues no acostumbra salir, se metió en alguna otra casa o en su travesía de pasos al azar se le antojó algo. Y llevado por saciar el hambre que se le habría acumulado en la pancita, comió algún alimento en mal estado. O quizá, para pesar nuestro, habría comido algo mezclado con un letal veneno. Ya corrían los minutos, y en un acto de emergencia le dimos de beber, resistiéndose el pobre, aceite del que usamos en la cocina, mi madre dice que eso actúa como una especie de laxante y le limpia un tanto el sistema digestivo. Cualquier fatalidad se podía esperar porque nunca lo vimos tan mal en sus seis meses de vida.
Estaba ahí. No tenía esa predisposición, como nos había acostumbrado, de querer saltar y juguetear por todos los rincones. No tenía, digo apenado, ese carácter que debería corresponder a su nombre, de guerrero épico, de autor de las mayores hazañas en el campo de batalla, no parecía ya el gran HÉRCULES. Sí, así se llama mi apreciado felino. Son, junto a Pizango, las dos únicas mascotas que tenemos en casa. Pizango es un pequeño codorniz que habita en el patio desde ya meses atrás. Llegó primero que Hércules. Cuando todavía era la única mascota, como es natural, tenía toda nuestra atención y dedicación, ya cuando recibimos de regalo -de la novia de mi hermano- a Hércules, tuvimos que repartir nuestra atención en los dos. O mejor aún, suena mejor, duplicamos nuestros afectos para compartirlos con las dos mascotas que ahora habitaban la casa.
Y bueno, qué paso con Hércules, pues nunca se supo qué le sucedió, quizá ya no importe mucho averiguarlo. Y no, no supongan que tuvo un triste final, Hércules está mejorando, quizá no lo veo tan vivaz como suele ser, pero esta mejor. Ya come un poquito, algo que no podía hacer ayer, aunque no se le ve juguetón se deja notar su recuperación. Hasta en algún momento, recuerdo, lo escuché ronronear cuando se había echado a dar una siesta, supongo que es un buen augurio. Es por eso que puedo escribir ahora más calmado y con alivio que no pasó de un gran susto.
Estaba ahí. No tenía esa predisposición, como nos había acostumbrado, de querer saltar y juguetear por todos los rincones. No tenía, digo apenado, ese carácter que debería corresponder a su nombre, de guerrero épico, de autor de las mayores hazañas en el campo de batalla, no parecía ya el gran HÉRCULES. Sí, así se llama mi apreciado felino. Son, junto a Pizango, las dos únicas mascotas que tenemos en casa. Pizango es un pequeño codorniz que habita en el patio desde ya meses atrás. Llegó primero que Hércules. Cuando todavía era la única mascota, como es natural, tenía toda nuestra atención y dedicación, ya cuando recibimos de regalo -de la novia de mi hermano- a Hércules, tuvimos que repartir nuestra atención en los dos. O mejor aún, suena mejor, duplicamos nuestros afectos para compartirlos con las dos mascotas que ahora habitaban la casa.
Y bueno, qué paso con Hércules, pues nunca se supo qué le sucedió, quizá ya no importe mucho averiguarlo. Y no, no supongan que tuvo un triste final, Hércules está mejorando, quizá no lo veo tan vivaz como suele ser, pero esta mejor. Ya come un poquito, algo que no podía hacer ayer, aunque no se le ve juguetón se deja notar su recuperación. Hasta en algún momento, recuerdo, lo escuché ronronear cuando se había echado a dar una siesta, supongo que es un buen augurio. Es por eso que puedo escribir ahora más calmado y con alivio que no pasó de un gran susto.
Cualquiera que haya tenido o tiene una mascota ha comprendido mi angustia de verlo en lamentables condiciones. Y también comprende porqué ahora estoy feliz de verlo recuperado. Hoy ha sido el protagonista de este relato, quién sabe lo vuelva a mencionar en otro momento, espero que sea en circunstancias más alegres, talvez les cuente sobre alguna felinada traviesa que suele dar, como en sus mejores días.